Jueves 4 de noviembre. Hayedo del Razón, el Chorrón, Hayedo sierra Cebollera, Laguna Negra y valle de Cameros.
Jueves 4 de noviembre. Hayedo del Razón, el Chorrón, Hayedo sierra Cebollera, Laguna Negra y valle de Cameros.
Navarredonda de Gredos
Dejamos el coche frente al aula de la Naturaleza, pasado el cámping de Navarredonda; en la bifurcación del campamento de Valdeascas, a la derecha, y el camino que se dirige hacia el nacimiento del Tormes, a la izquierda.
Seguimos ascendiendo por la garganta, conocida también como garganta del jabalí, donde nos encontramos otras zonas de baño; un poco más adelante una bonita cascada nos invita a disfrutar del entorno, el murmullo del agua, el canto de los pájaros, el silencio de la naturaleza.
La parroquia de Nuestra Señora de la Asunción se sitúa en pleno casco urbano, junto a una de las puertas de la muralla, extramuros del antiguo recinto medieval. Levantada en sillería de granito. Se compone de tres naves -más ancha la central que las laterales- que llevan incorporadas dos pequeñas capillas. Tiene dos torres, una a los pies y otra en la fachada meridional, mientras que una amplia sacristía se adosa al norte.
El edificio fue profundamente reformado en los siglos XVI y XVII, siendo muy modificado a partir del incendio que sufrió en 1887.
Se trata de un templo bastante tardío, del siglo XIII, vinculado con el tardorrománico zamorano y con otros edificios salmantinos. De fábrica románica se conserva parte del muro norte -incluyendo una pequeña portada- el frontal occidental, con otra puerta más monumental, y buena parte de la fachada meridional. La portada que aquí se encuentra -y que hoy es la principal- fue renovada por completo hacia el 1500.
En el alero original, al igual que en la capilla, existen restos de canecillos. Igualmente, en la nave septentrional de la capilla mayor, se aprecian restos de un arco de medio punto que pudiera ser de la misma fábrica originaria. A juzgar por los restos conservados en el perímetro de la nave, el templo románico debió poseer unas dimensiones muy similares a las actuales.
Después de dejar el coche en el segundo aparcamiento a 800 m del primer aparcamiento y donde comienza la ruta, nos adentramos por una senda bien delimitada, perpendicular a la carretera, entre helechos, encinas y carrascas que ya desde el principio comienza a subir. En unos cuantos minutos y por una senda con buena pendiente y entre sombra, alcanzamos el primer collado. Como estamos en pleno verano, nos encontramos en el camino con endrinas que ya han adoptado ese color oscuro necesario para mezclar con aguardiente y anís para obtener el pacharán.
Tras descender el collado vemos una gran hoya, la hoya de Tueros, que bordeamos. Con el tiempo vamos alcanzado una buena altitud, lo cual confirma que la ruta a los Ojos del Diablo presenta una dificultad relativa a pesar de cierto desnivel por algunos tramos. Y desde lo alto, miramos a nuestro alrededor y el paisaje ya es precioso: montes cubiertos de pinos verde oscuro, que contrastan con el verde luminoso de los prados que suben y bajan. Una estampa típica de Cantabria.
Proseguimos por el camino pedregoso de bosque bajo de encinas, llegamos a un segundo collado y un poco más adelante a una segunda hoya, la hoya de Falluengo, donde conviven hayas y encinas. Continuamos por la derecha de la hoya y de frente comienzan a aparecer las formaciones calcáreas típicas de la zona, Con unas preciosas vistas, hasta podemos ver pueblitos a lo lejos, muy pequeños, y las montañas al fondo. Unos buitres nos vigilan desde lo alto.
Nos acercamos a los ojos y de repente el asombro sucede al entusiasmo, lo que vemos a través de los huecos es espectacular, avistamos la ballena. En primer plano, la salvaje playa de Sonabia , una de las más bellas de la zona, apartada y de acceso más o menos complicado puesto que hay que bajar por un sendero escarpado. Se divisa el camino de tierra hasta el que llegan los coches. Es famosa porque en ella se rodó “La playa de los Galgos” de Carlos Saura. Podemos ver las dunas conviviendo con los prados y la ancha franja de arena, una auténtica delicia. Seguimos la costa con la mirada, y después de la ballena vemos el pueblo de Sonabia con sus tejados rojos, al fondo, separado por el mar, el pueblo de Islares, con la minúscula playa de Arenillas.